Por Diego, que una vez más volvió. Por él se vivió un día de Mundial. Sin él, hubiese sido un irrelevante amistoso más de todos los incluidos en la lista armada por los rusos de Renova.
Porque estaba Diego, como sólo ocurre en un Mundial, las mujeres preguntaban por el partido.
De fútbol, salvo que hay, claramente, otro espíritu, no queda mucho por analizar. Fue apenas un primer tanteo con jugadores que llegan casi un rato antes de que pite el árbitro.
Él estuvo contenido, reconcentrado, pensativo. Era una persona completamente distinta de esa que hemos visto gritar de manera desaforada en el placo de Boca. Claro que la procesión iba por dentro, pero estaba metido por completo en su función de técnico. Punto para Diego. Claro que faltan muchos. Y falta mucho. Mucho tiempo, mucho trabajo, muchos partidos y muchos puntos por ganar. En la eliminatorias y en Sudáfrica. Pero empezó el camino. Y el camino fue radicalmente distinto al que se llevaba.
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