sábado, 27 de febrero de 2010

LA MUERTE DE UN DELINCUENTE COMÚN

En la tarde del 23 de febrero murió en Cuba un delincuente común: Orlando Zapata Tamayo.
Ello ocurrió tras una huelga de hambre de más de 80 días de duración.

¿Por qué digo que es un delincuente común? Porque eso sostiene el régimen de La Habana, ya que no reconoce los estándares internacionales de “presos políticos” ni “prisioneros de conciencia”.

Un par de días después escuché en el programa de Víctor Hugo a un “periodista” cubano que vive en la Argentina, defendiendo todo lo actuado en el caso por la dictadura castrista y catalogándolo así, como “delincuente común”.

¿Por qué pongo entre comillas la palabra periodista? Porque aquí y en todas las democracias discutimos cuál es el papel de los que ejercemos este oficio. ¿Cuáles son los límites y márgenes de libertad que tenemos, según para quién trabajemos? Aún con gente valiosa y repudiable en uno y otro lado, con distintos valores éticos individuales, ¿Algún periodista de ATC criticará al gobierno (éste o cualquier otro)? ¿Algún periodista de Clarín hablará de los negociados del Grupo? Y no estamos hablando de un gobierno represivo ni de un grupo de la mafia. ¿Cómo podría criticar al gobierno quien trabaja de “periodista” en un sistema totalitario? Porque ya no se trata de “no morder la mano que te da de comer”. En Cuba, como en cualquier país totalitarios. Hay una sola “mano que da de comer”. No puedo decidir renunciar al periodismo por cuestiones de conciencia y ponerme una heladería. La Santísima Trinidad Estado-Gobierno-Partido (son tres, pero es uno) no me lo permitiría. Y eso sin contar con las intimidaciones, abusos y violencia de un estado policial. Por eso quien trabaje para los medios oficiales cubanos no puede ser periodista, sino sólo propagandista.

Como todo propagandista, este “periodista” pretende cambiar el eje de la discusión, que es y será que un disidente (disidente, no expatriado, no terrorista) murió al cabo de una huelga de hambre en protesta por las condiciones carcelarias en la isla, torturas incluidas.

Su condición de “prisionero de conciencia” era reconocida, entre otras muchas organizaciones de derechos humanos, por Amnistía Internacional. Los que la Junta argentina sostenía que eran un instrumento del “marxismo internacional”. Los asesinos se dan la mano. Y se cuidan las espaldas, como ambas dictaduras hacían por aquellos años en la ONU.

El verdadero “delito” de Orlando Zapata Tamayo oponerse en forma pacífica a su gobierno. Permanecía encarcelado desde el 20 de marzo de 2003, cuando, aprovechando que los medios del mundo estaban copados por la invasión de Estados Unidos a Irak, Castro lanzó una oleada represiva, conocida como la “Primavera Negra”. Periodistas y poetas que ni siquiera eran “contrarrevolucionarios”, sino que pedían algunos cambios dentro del sistema, fueron arrojados a las terribles cárceles del régimen.

Fue enjuiciado el 18 de mayo de 2004 y condenado a 3 años de prisión por “desprecio a la figura de Fidel Castro”, “desorden público” y “resistencia”. En noviembre de 2005 le fueron impuestos otros 15 años de prisión por “desacato” y “resistencia” en el centro penitenciario. En mayo de 2006 fue enjuiciado de nuevo por los mismos cargos y condenado a una pena adicional de siete años. Amnistía Internacional estimó en 2007 que Zapata Tamayo cumplía ya una pena a 25 años y 6 meses de cárcel.

Veamos como, en línea con este “periodista”, cuenta el terrible historial delictivo de Zapata Tamayo un “periodista del Granma, el diario del Estado-Partido-Gobierno cubano, que incluye "lesiones menos graves" (2000), "estafa" (2000), "lesiones y tenencia de arma blanca", "alteración del orden" y "desórdenes públicos" (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo del 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes”
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Ese 20 fue, precisamente, el día que lo arrestaron por ayunar con otros disidentes en el marco de la “Primavera Negra”. Y, aunque fuera cierto lo de “estafa” y “lesiones”, hay que evitar que un preso muera de esta forma. Y sí, además, era un prisionero político.

Hay una larga historia mundial de huelgas de hambre por parte de presos políticos. Traigo dos a colación. Uno fue Bobby Sands, miembro del IRA Provisional, la rama más sangrienta del Ejército Republicano Irlandés. Margaret Thatcher, empeñada en consolidar su imagen de “Dama de Hierro”, no hizo nada para evitar su muerte en 1981.
Casi veinte años después, en la argentina, De la Rúa conmutó penas a los integrantes del Movimiento “Todos por la Patria” que habían atacado el regimiento de La Tablada. Ante ello, Gorriarán Merlo levantó su ayuno.

Me queda un punto de los tratados por este “periodista”. Según él, los grupos de la disidencia interna cubana recibieron fondos de la Oficina de intereses de los Estados Unidos en La Habana. Pregunto ¿cuánto dinero han recibido de otros países las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para ayudarlas en su lucha heroica?
¿Por qué en un caso está bien y en otro está mal? No puede haber un doble estándar.

Para finalizar. Me da vergüenza el silencio que este caso generó en los grupos que hablan de derechos humanos sólo hacia un lado. Una vida humana es una vida humana. Aquí, en Cuba o en Myanmar.

No pretendo nada de los Kirchner a quienes nunca les interesó el tema “derechos humanos” y sólo se prendieron a él, de manera oportunista, cuando llegaron a la Rosada. Nada pretendo de Hebe de Bonafini, porque, sin ser médico, tengo claro que su mente tiene problemas. Cosa más que entendible en quien sufrió lo que ella sufrió. Y ya no pretendo nada de Estela de Carlotto, tan respetable ella, hasta que fue cooptada por este gobierno. Si no se levantó y se fue ofendida de Olivos cuando la Presidente comparó el “secuestro de los goles” que hacía Fútbol de Primera con las desapariciones forzadas de personas durante la dictadura, es que a la buena de Estela ya la hemos perdido.