El nombre no me surgió a mí, sino a un compañero de un juego por internet (Hattrick), que vive en Suecia y usa el nick "Griguol".
Eneas, príncipe troyano, huyó de la ciudad tras haber sido quemada por los griegos y embarcó con otros supervivientes en busca de una nueva tierra. Su enemistad con Hera (Juno) le llevó a navegar errante durante mucho tiempo, hasta que fue arrojado a las costas del norte de África, en Cartago. El reino era hospitalario y todos los troyanos querían quedarse en Cartago, pero Eneas sabía que era en Italia donde debía fundar su imperio.
En su camino hacia allí descenderá a los infiernos, donde su padre, ya muerto, le revela que fundará un imperio floreciente, Roma. Eneas llega al Lacio y vence a los latinos tras una larga lucha. Hera deja por fin su odio a los troyanos, no sin antes hacerle prometer a Zeus que borraría el nombre troyano de la tierra italiana: "Troya ha caído. No permitas que resucite".
De esto, es sabido, trata la historia de Diego: luchas, caídas, resurrecciones, más caídas y más resurrecciones.
Impensadamente, ha llegado al frente de la selección y comienza otras luchas. Una, pequeña, por establecer su grupo de colaboradores. Otra, enorme, por darle a la Argentina el título que se le niega desde hace 22 años.
Sabemos que habrá caídas y, tal vez, resurrecciones. ¿Terminará Diego como Eneas, fundando su gran imperio? No está solo. El Gran Emperador de otrora, Bilardo, se ha convertido en su escudero. ¿Resucitarán la épica de México '86?
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