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viernes, 10 de agosto de 2007

El botín y los cómplices

Alan y Adrián. Adrián y Alan. Los nombres que aparecen recurrentemente en los últimos días. Ya han perdido sus apellidos. Hasta quienes tenemos amigos con esos nombres, cuando hablamos de “Adrián” o “Alan” nos estamos refiriendo a los barrabravas de River.

El botín es de 300.000 pesos al mes. La lucha es a muerte. Y esta expresión pasó a ser literal desde la muerte de “Gonzalo de Alan”. Hasta que uno de los bandos no sea exterminado la lucha no va a cesar. Es dinero y es poder. Son relaciones políticas (de la Política y del fútbol) y hasta representación de jugadores (¡glup!).

Según la mitología griega, Pandora que abrió la caja que contenía que contenía todos los males del mundo. A esta altura poco importa quién fue la Pandora de la dirigencia futbolística, sino que ninguno de los que lo siguieron pudo, supo o quiso cerrarla.

Hay jugadores, técnicos, políticos, policías, jueces y periodistas cómplices. Pero hay dos responsabilidades primarias: la del Estado y la de los dirigentes.

La del Estado tiene muchos nombres, pero hay uno central: Javier Castrilli, que abdicó de todas sus convicciones y se dedicó a “hacer la plancha” para ahora borrarse y dedicarse a su candidatura a Intendente( doble ¡glup!).

La de los dirigentes del fútbol por una cuestión insoslayable: si, de verdad trabajan ad honorem, cosa cada vez menos creíble, se pueden ir a sus casas sin avalar la barbarie. Al contrario que los “trabajadores del fútbol”, como jugadores y técnicos que no pueden irse, los dirigentes pueden renunciar “asqueados” sin que, en teoría, les cueste ni un centavo.

Es patética la imagen del mediático presidente de River ofreciendo su dimisión ¡al Ministro del Interior!. No fue Aníbal Fernández quien lo eligió, sino los socios de su club. A ellos les debe explicaciones. Y muchas. Las que evita dar. Aunque muchas veces su incontinencia verbal lo hizo reconocer cosas que hoy soslaya (triple ¡glup!).

Y hasta las que no reconoció, como que muchos de estos asesinos son o eran empleados de River, conocidos por todos los dirigentes, jugadores y técnicos. Y por los periodistas que frecuentan el Monumental.

Así es, Aguilar, como decía el catalán “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Aunque quizás sí haya un momento en el que esto pare. Cuando sean apresados todos estos violentos y varios dirigentes del fútbol compartan la cárcel con ellos.

P.D.: Che, ¿en serio se va a jugar River-Newell's? ¿Nadie va a pensar en pararlo?

domingo, 5 de agosto de 2007

Seguro, seguro...

La AFA se gastó unos buenos mangos en solicitadas para tratar de explicar lo inexplicable. De todos modos es un paso adelante porque, en general, en Grondonalandia no se explica nada.

Está todo muy bien. Le dieron bola a Gallina y al Coprosede, que son los que mejor han trabajado en el tema seguridad. Pero eso no quiere decir que su tarea sea perfecta ni mucho menos. Claro que, comparada con lo de Castrilli, su Subsecretaría y el Ministerio del Interior, parece de altísimo nivel.

Según la AFA, "los enormes esfuerzos de todas las instituciones, la mayoría de modestos recursos, abonando los costosos operativos de seguridad, la incorporación de tecnología, la legislación, la justicia... no pudieron con esta detestable inconducta social que ingresa a los estadios de fútbol". Y tienen mucha razón... en lo que respecta a los operativos de seguridad, la incorporación de tecnología y la justicia. La legislación es más que abundante, desde la Ley De la Rua (1984) para acá. Y a veces excesiva.

Pero “esta detestable inconducta social que ingresa a los estadios de fútbol” lo hace con la anuencia de la dirigencia del fútbol, con escasísimas y honrosísimas excepciones. ¿Qué espera Aguilar para decir todo lo que sabe cuando lo cita la Justicia? ¿Por qué no han sido expulsados como socios de Boca los barrabravas ya condenados? Y siguen las firmas...

¿Cuántos años hace que Grondona dijo que habían ganado “el Mundial de la lucha contra la violencia”? Para sanata, mejor el inolvidable personaje de Fidel Pintos en “Polémica en el Bar”.
¿Cuántos barrabravas fueron y siguen yendo a los Mundiales de fútbol apañados por la mayoría de los que firmaron esa solicitada?

Han logrado un milagro filosófico. Ser cínicos e hipócritas al mismo tiempo.
No irán visitantes a los torneos de ascenso. Irán sólo la mitad en Primera. Todos los barrabravas estarán presentes. Y esta dirigencia cínica e hipócrita se sentirá aliviada... Hasta la próxima muerte.

jueves, 28 de junio de 2007

Tranquilos, que no están matando al fútbol

Existir o no existir, éste es el problema.
Ya no es problema para Marcelo Cejas. El lunes 25 dejó de existir. El martes 26 lo enterraron. El domingo 24 (no el miércoles 27) lo olvidamos. Porque en el fútbol argentino olvidamos a los muertos antes de que fallezcan. Porque ya están muertos desde antes. Sólo falta el acto protocolar de poner la fecha y hora del deceso. ¡Ah! Y rasgarse las vestiduras. Un poquito. No sea cosa que un nene empiece a gritar que el rey está desnudo.
Morir es dormir... y tal vez soñar.
Marcelo Cejas ya no pasa las tribulaciones de Hamlet. Aprendió de golpe, o más literalmente, de golpes que morir es morir. Fue la víctima número 222 del fútbol argentino. También se ahorró de golpe (de golpes) los monólogos de los sabios del tema, mucho más enredados y despreocupados que el Príncipe de Dinamarca. También menos pensantes, pero no por ello más "actuantes" .
¿Y por qué digo que Marcelo Cejas fue víctima "del fútbol" y no de la violencia en él? Porque "la violencia" parece algo inasible, una maldición que nos ocurre y cuya responsabilidad es de otros. Sería estúpido quien negara que la marginación (económica, social, educacional, cultural) es su caldo de cultivo. "La violencia está en todas partes" repiten los responsables que no quieren que los señalen. Y es cierto, pero no en todos lados los padrinos y cómplices de ella están enquistados en posiciones de poder. Sí en la Argentina. Y especialmente en el fútbol argentino.
Hay algo positivo en este avance del cinismo. Por lo menos nos ahorran la hipocresía anterior de las reuniones urgentes, las lágrimas de cocodrilo, los congresos, las comisiones. Las comisiones para estudiar el problema de la violencia en el fútbol (nunca de la violencia "del fútbol"), digo. Las otras "comisiones" son cada vez más suculentas.
Los actores de reparto se limitan cada vez más al papel de coro griego de esta tragedia. Todos ellos, dirigentes, políticos, jugadores, son comentaristas de la realidad. "Tenemos que replantearnos todo". "¿Qué nos pasa?". Y un clásico: "somos todos responsables". Lo mismo que decía la última dictadura cuando redactó la autoamnistía. Y hay que hacer más leyes. Y más estrictas.
No se necesitan más. Sobran. Hay que cumplirlas. Muy pocos lo hacen. Sólo un tribunal condenó en serio a un grupo de barras bravas. Ya hay una sanción judicial. ¿Qué está esperando Boca para expulsarlos? Lo de siempre. Que quienes deben ser sacrificados no hablen. Para que sigan medrando los que vienen abajo y los que los mantienen desde arriba.
Hamlet se detenía a pensar qué podía pasarnos en el silencio del sepulcro. Éstos no piensan ni se detienen. Es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos.
¿"Los hombres más indignos"? A riesgo de "grondonear" (no Julio, Mariano), recurramos a la Real Academia, aclarándoles a estos tipos que no es el Racing de Santander. Indigno (del lat. indignus) es el que "no tiene mérito ni disposición para algo" o el que "es inferior a la calidad y mérito de alguien o no corresponde a sus circunstancias".
Quizás los nombres propios sean más ilustrativos. Hoy pueden ser Javier Castrilli, Aníbal Fernández o Claudio Morresi. Antes, los que se encargaron de "la seguridad en el fútbol", los pasados Ministros del Interior y los pretéritos Secretarios de Deportes, tan inexistentes como esa misma repartición. Todos ellos, inútiles (del lat. inutĭlis, aplicado a personas: no útiles).
¿Termina ahí la lista? No. Hoy pueden ser Carlos Ramacciotti incitando a la violencia, José María Aguilar con sus recurrentes amnesias ante los Tribunales, tantos futbolistas cómplices o la inexistente dirigencia de su inexistente sindicato. Antes y ahora, colegas y antecesores de Ramacciotti, de Aguilar, de esos jugadores y de su dirigencia sindical. Antes, hoy y siempre, Grondona (no Mariano, Julio).
Muchos gritan que están matando al fútbol. Que se sosieguen que eso no es así. Sólo mataron a Marcelo Cejas. Y a otros 221. Una minucia. El fútbol vive. Tranquilos que esto sigue.
Vos también tranquilo, mi estimado lector, ¡hipócrita lector, - mi semejante, - mi hermano!-.