jueves, 28 de junio de 2007

Tranquilos, que no están matando al fútbol

Existir o no existir, éste es el problema.
Ya no es problema para Marcelo Cejas. El lunes 25 dejó de existir. El martes 26 lo enterraron. El domingo 24 (no el miércoles 27) lo olvidamos. Porque en el fútbol argentino olvidamos a los muertos antes de que fallezcan. Porque ya están muertos desde antes. Sólo falta el acto protocolar de poner la fecha y hora del deceso. ¡Ah! Y rasgarse las vestiduras. Un poquito. No sea cosa que un nene empiece a gritar que el rey está desnudo.
Morir es dormir... y tal vez soñar.
Marcelo Cejas ya no pasa las tribulaciones de Hamlet. Aprendió de golpe, o más literalmente, de golpes que morir es morir. Fue la víctima número 222 del fútbol argentino. También se ahorró de golpe (de golpes) los monólogos de los sabios del tema, mucho más enredados y despreocupados que el Príncipe de Dinamarca. También menos pensantes, pero no por ello más "actuantes" .
¿Y por qué digo que Marcelo Cejas fue víctima "del fútbol" y no de la violencia en él? Porque "la violencia" parece algo inasible, una maldición que nos ocurre y cuya responsabilidad es de otros. Sería estúpido quien negara que la marginación (económica, social, educacional, cultural) es su caldo de cultivo. "La violencia está en todas partes" repiten los responsables que no quieren que los señalen. Y es cierto, pero no en todos lados los padrinos y cómplices de ella están enquistados en posiciones de poder. Sí en la Argentina. Y especialmente en el fútbol argentino.
Hay algo positivo en este avance del cinismo. Por lo menos nos ahorran la hipocresía anterior de las reuniones urgentes, las lágrimas de cocodrilo, los congresos, las comisiones. Las comisiones para estudiar el problema de la violencia en el fútbol (nunca de la violencia "del fútbol"), digo. Las otras "comisiones" son cada vez más suculentas.
Los actores de reparto se limitan cada vez más al papel de coro griego de esta tragedia. Todos ellos, dirigentes, políticos, jugadores, son comentaristas de la realidad. "Tenemos que replantearnos todo". "¿Qué nos pasa?". Y un clásico: "somos todos responsables". Lo mismo que decía la última dictadura cuando redactó la autoamnistía. Y hay que hacer más leyes. Y más estrictas.
No se necesitan más. Sobran. Hay que cumplirlas. Muy pocos lo hacen. Sólo un tribunal condenó en serio a un grupo de barras bravas. Ya hay una sanción judicial. ¿Qué está esperando Boca para expulsarlos? Lo de siempre. Que quienes deben ser sacrificados no hablen. Para que sigan medrando los que vienen abajo y los que los mantienen desde arriba.
Hamlet se detenía a pensar qué podía pasarnos en el silencio del sepulcro. Éstos no piensan ni se detienen. Es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos.
¿"Los hombres más indignos"? A riesgo de "grondonear" (no Julio, Mariano), recurramos a la Real Academia, aclarándoles a estos tipos que no es el Racing de Santander. Indigno (del lat. indignus) es el que "no tiene mérito ni disposición para algo" o el que "es inferior a la calidad y mérito de alguien o no corresponde a sus circunstancias".
Quizás los nombres propios sean más ilustrativos. Hoy pueden ser Javier Castrilli, Aníbal Fernández o Claudio Morresi. Antes, los que se encargaron de "la seguridad en el fútbol", los pasados Ministros del Interior y los pretéritos Secretarios de Deportes, tan inexistentes como esa misma repartición. Todos ellos, inútiles (del lat. inutĭlis, aplicado a personas: no útiles).
¿Termina ahí la lista? No. Hoy pueden ser Carlos Ramacciotti incitando a la violencia, José María Aguilar con sus recurrentes amnesias ante los Tribunales, tantos futbolistas cómplices o la inexistente dirigencia de su inexistente sindicato. Antes y ahora, colegas y antecesores de Ramacciotti, de Aguilar, de esos jugadores y de su dirigencia sindical. Antes, hoy y siempre, Grondona (no Mariano, Julio).
Muchos gritan que están matando al fútbol. Que se sosieguen que eso no es así. Sólo mataron a Marcelo Cejas. Y a otros 221. Una minucia. El fútbol vive. Tranquilos que esto sigue.
Vos también tranquilo, mi estimado lector, ¡hipócrita lector, - mi semejante, - mi hermano!-.

1 comentario:

Leo dijo...

Grande, Rei...!, lástima que te olvidaste de comentar que trabajaste en RFC. No te dará verguenza, no?. Ja!.
Me gustó tu columna. No coincido en un sólo punto. Me parece que aunque sean unos hipócritas y sus respuestas sólo de compromiso, es necesario exigirles que por lo menos digan algo. Aunque muchas veces me den ganas de trompearlos por todo lo que dicen y no cumplen, siento que esa hipocrecía es más saludable que el silencio. El silencio me trae malos recuerdos. Los milicos todavía deben algunas explicaciones!!!. Es necesario hablar, disentir, discernir y debatir, aunque sea con hipócritas como los dirigentes del fútbol argentino. Si hay algo que la distingue a la democracia de aquello otro, es precisamente la posibilidad de pensar y hablar libremente.
En nuestro país, en todas las esferas, ya no sólo en el fútbol, los responsables cada vez sienten menos necesidad de explicar nada. Ej: Kirchner acusa a Macri de ser parte del modelo de los 90, como si el hubiera estado en otra parte en aquellos años. Sin embargo, aunque muchos sepamos que él fue tan complice como el otro de aquel modelo, él, no siente necesidad de aclarar nada sobre su responsabilidad en aquellos años. Filmus decía algo parecido, como si el no hubiera sido funcionario de Grosso. Aunque sea que digan que ellos no eran..., pero que digan algo!!.
Abrazo,
Leo.
Pd. Me vas a tener seguido.