Creo que es la pregunta que se hacen muchos menores de 30 para quienes Raúl Alfonsín es sólo un nombre. Y ara algunos ni siquiera eso.
Alfonsín trajo por primera vez la hiperinflación a la Argentina, nos engañó con el "¡Felices Pascuas, la casa está en orden!", acordó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, transó con Menem para modificar la Cosntitución cuyo preámbulo había recitado para llegar a la Presidencia, se rodeó de ineptos e impresentables, y armó la Alianza y contribuyó a su caída.
Pero Raúl Ricardo Alfonsín fue mucho más que eso. Fue el primer presidente de la democracia recuperada. Y hoy, a 25 años vista, su figura de honesto y demócrata se agiganta. Por suerte eso ocurrió antes de su muerte, como para recibir en vida más de un merecido homenaje.
El paso del tiempo le hizo justicia. Por mérito propio y porque ninguno de sus sucesores le llegó a la suela de los zapatos.
Por el histórico Juicio a las Juntas. Porque se opuso duramente a la dictadura y defendió a los perseguidos por ella en épocas en las que entrañaba riesgo de vida. No necesitó inventarse un inexistente pasado de luchador. Lo fue. Mientras Menem lloraba en su cómoda prisión, De la Rúa no aparecía, Duhalde se refugiaba en su inmobiliaria y Kirchner hacía fortuna embargando a los infortunados deudores de la 1050.
Por eso y por mucho más, a la hora de su muerte no cabe otra cosa que la paradoja de gritar: "¡Salud, Alfonsín!".
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miércoles, 1 de abril de 2009
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