Y, como dice el Preámbulo de nuestra maltratada Constitución, para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
Veinticinco años ininterrumpidos de democracia. Con sus altas y bajas. Con las críticas y elogios que los sucesivos gobiernos han merecido.
De una democracia que , recordemos, nos cayó de arriba. Salvo muy contadísimas excepciones, los argentinos no peleamos por ella. Fue una consecuencia de la catástrofe de las Malvinas. No dudo que si el resultado de la guerra hubiera sido al revés, hubiésemos tenido Galtieri para rato con el beneplácito de una gran mayoría.
Pero pasó lo que pasó. Y pudimos votar. Y seguimos votando. Mal, bien o más o menos.
Dejando de lado gustos, ideologías y actuaciones, pensemos en los presidentes que hemos tenido. El peor, cualquiera que fuese, es o fue mucho mejor que el mejor de los dictadores.
Veinticinco años de democracia no han resuelto, ni mucho menos, la enorme deuda social. Y allí incluyo salud, educación y muchos otros puntos.
Pero reflexionemos un poco en las desgracias de todo tipo que nos han traído las dictaduras.
Y festejemos. Aunque el camino recién comienza. Quedó claro que la democracia no alcanza para comer, curar y educar. Pero sin ella, seguro que no se come, ni se cura, ni se educa.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
¡FELIZ DÍA, ARGENTINOS!
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