Su fallecimiento fue un golpe para todos los amantes de la democracia y la libertad. Me generó un gran dolor esa noticia.
Es injusta la vida. Terminó sus días en un hospital. Ello tendría que haber ocurrido en una cárcel común, condenado por los crímenes por los que estaba siendo procesado en la actualidad.
Nos queda un consuelo. Sufrió. Pero esta es una de las circunstancias en las que lamento no ser religioso. Me encantaría creer que está asándose en el infierno. Pero no. Sólo queda saber que está pudriéndose en la tierra.
No me gusta, pero a diferencia de lo que decía Perón (“al enemigo, ni justicia”), precisamente la justicia es para el enemigo. Para mostrar que somos superiores. Que somos capaces de aplicar la ley como no lo hicieron asesinos de esta laya.
Otra vez. Si fuera creyente, podría desear “que no descanse en paz”.
Ya lo dijo Vargas Llosa de Pinochet: “sabíamos que era un asesino, ahora sabemos que también era un ladrón”. Igual que este tipo. Ojalá viviera, para que siguiera sufriendo.
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2 comentarios:
Reinaldo: Y eso que leías La Nación!... Muy bueno, un abrazo de Daniel Herbón (daherbon@yahoo.com)
¡Muchas gracias, Daniel! ¡Qué gusto! Siempre dije que uno ha tenido muchos profesores, pero muy pocos maestros. Vos integrás este reducido grupo.
Un abrazo grande.
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